Entre sueños y desobediencia: el viaje surrealista de Leonora Carrington
La vida de Leonora Carrington cargada de lucha, transformación y, sobre todo, autenticidad nos recuerda que la rebeldía es el mejor camino del artista.
Reconocida por ser una de las artistas más prominentes del movimiento surrealista.
No hay retrato que calce mejor en estos tiempos que el de Leonora Carrington, artista surrealista, escritora y activista británica. Criada en un entorno privilegiado y lleno de expectativas impuestas hacia ella, decidió romper con todo y crear su propio destino. Su vida cargada de lucha, transformación y, sobre todo, autenticidad nos recuerda que la rebeldía es el mejor camino del artista.
Mary Leonora Carrington nació el 6 de abril de 1917, en medio del estallido de la Primera Guerra Mundial y en pleno auge del surrealismo —movimiento artístico que se caracterizó por explorar el inconsciente, trascendiendo la realidad lógica y racional a través de la expresión automática del pensamiento y la imaginación.
Criada en Westwood House en Clayton-le-Woods, Chorley Lancashire, Inglaterra. Creció en un entorno opulento y lleno de privilegios. Desde 1920 a 1927 Carrington vivió en Crookhey Hall, una mansión de estilo gótico que no solo se convirtió en su hogar sino en un portal para adentrarse a su mundo onírico. Con pasadizos secretos, techos altos, la mansión latía ensoñación que Carrington absorbió con los brazos abiertos. No solo habitó ese espacio, ella despertó en él.
Mansión de estilo gótico donde se crió Leonora Carringron que le sirvió de inspiración para su obra titulada “Crookhey Hall”.
Su educación con pensamientos tradicionales colisionaban con el espíritu rebelde de Carrington quien fue expulsada de dos escuelas por su mal comportamiento. Debido a ello, su familia decidió enviarla a la Academia de Arte de Miss Penrose en Florencia, Italia. Fue con apenas diez años que Carrington se encontró por primera vez con el arte surrealista en las galerías de París, lo que cimentó su deseo de ser artista.
En 1935 asistió a la Escuela de Arte de Chelsea para luego transferirse a la Academia de Bellas Artes Ozenfant, también en Londres, academia liderada por el modernista francés Amédée Ozenfant. Un espacio que vio perfeccionar su estilo a lo largo de tres años.
A los 20 conoció a Maximilian Maria Ernst o Max Ernst un artista surrealista alemán 26 años mayor que ella. Pronto Ernst y Carrington iniciaron una relación tanto personal como artística. Ambos se mudaron a una villa montañosa al sur de Francia donde construyeron un ambiente mítico, erótico y rodeados de arte. Sin embargo, Carrington era consciente de que no sería la musa de nadie. Ella estaba destina a crear, a pintar, a ser el artífice de su propia vida.
Max Ernst junto a Leonora Carrington.
Durante este periodo Carrington dio a luz su primer trabajo surrealista denominado Self-portrait o The Inn of the Dawn Horse. Una representación de sí misma en un estado casi salvaje, donde los simbolismos asociados a la hiena y al caballo, animales con los cuales ella se identificaba, hablan de su espíritu inconforme, rebelde y su deseo por romper normas sociales. Su obra fue tan popular que terminaría en una exposición en París junto a Picasso, Dalí, Ernst, Miro y Man Ray.
Self-portrait o The Inn of the Dawn Horse de Leonora Carrington.
Sin embargo, su vida idílica no duraría mucho. Iniciada la Segunda Guerra Mundial, Ernst por su origen alemán, fue arrestado por las autoridades francesas para luego ser liberado. La hostilidad hacia él no cesaría y en mayo de 1940 tras la invasión de Francia por los alemanes, Ernst fue arrestado nuevamente y acusado de crear un “arte degenerado”. Si bien logró escapar a América con la ayuda de Peggy Guggenheim, con quien más adelante contraería matrimonio, dejó atrás su vida con Carrington.
A finales de 1939, Leonora pintó un retrato de Max Ernst. Se le observa portando un extraño abrigo de piel que le hace parecer una sirena, en un paisaje helado.
La separación marcó para siempre a Carrington quien sufrió de un colapso nervioso tras el arresto de Ernst. Fue así como viajó a España en busca de ayuda, sin embargo, el país estaba regido por el general Francisco Franco quien tras una cruenta guerra civil llevó a las autoridades españolas a orquestar el aparente descenso a la locura de Carrington. Con ayuda del cónsul británico y la influencia de su poderoso padre, Carrington fue encerrada en un convento donde le administraban elevadas dosis de barbitúricos.
Medio año duró encerrada en ese asilo, generando una huella imborrable en su memoria, experiencia que fue retratada en su libro Down Below. Finalmente, encontró una forma de gestionar esa difícil situación convirtiendo su encierro en un mapa con símbolos y constelaciones que le permitió buscar una salida a su locura inducida.
Tras su liberación fue enviada a Lisboa por tren acompañada de un guardia, de quien finalmente se deshizo, para ir en búsqueda del periodista y poeta mexicano Renato Leduc, quien trabajaba como secretario en la embajada de México. Ambos se casarían permitiendo a Carrington liberarse finalmente del manto paterno.
Carrington y Leduc se mudaron a Nueva York donde compartieron con otros miembros del movimiento surrealista como Duchamp, Breton, entre otros, para finalmente mudarse a México en 1942.
Artistas surrealistas, entre ellos Leonora Carrington, en Nueva York (Estados Unidos).
México no solo representó un refugio para Carrington, fue un catalizador para su arte, al ofrecerle una gran inspiración a través de sus leyendas e historias mitológicas. De la mano de Remedios Varo, pintora surrealista exiliada en México, ambas se adentraron a estudiar alquimia, Kabbalah, teoría feminista con el fin de extrapolar su ardiente búsqueda de independencia.
Remedios Varo junto a Leonora Carrington.
Fue a través de Varo que conoció a Imre Weisz, más conocido como “Chiqui Weisz”, conocido por trabajar con el reconocido fotógrafo Robert Capa durante la Guerra Civil Española, y quien se convertiría en su esposo y padre de sus hijos.
Chiqui Weisz junto a Leonora Carrington en México.
Hoy su trabajo es recordado también por su legado feminista, ya que fue una de las primeras en explorar la conexión de las mujeres con la naturaleza, resaltando su importancia en la protección del medio ambiente y la espiritualidad. Además, de ser una de las fundadoras del Movimiento de Liberación de la Mujer en México que defendía el derecho de las mujeres a acceder a poderes y conocimientos que la sociedad tradicionalmente les negaba.
Carrington explotó en creatividad, convirtiéndose en un individuo completo a través de su arte. Actualmente sus obras se exhiben en ciudades como México DF, Nueva York, San Francisco, Paris, Londres, Múnich, Tokio, Madrid, entre otros.
Su legado mezcla arte, lucha y un camino espiritual que trasciende generaciones y continúa inspirando. Ella no solo hizo arte, abrió caminos donde la rebeldía era su única consigna.